
Comienza con Detectives, que evoca la acústica del álbum anterior y da nombre a su banda. Musicalmente aprovecha al máximo cada acorde sacando jugo a cada compás con un resultado difícilmente mejorable. El single de adelanto Se estrechan en el corazón es un medio tiempo magnífico que no es el típico single pero que funciona perfecto como aperitivo ante la delicatessen que es el resto del disco. La engañosa simplicidad de Sangre en el marcador descubre un rock and roll típico con los cuatro acordes de siempre que en manos de Quique ofrece un resultado espléndido, con ese solo de guitarra a modo de cierre del tema. En la exitosa Charo se juega con el diálogo entre Quique y Nina, en un tema que entretiene pero que quizá no esté al nivel de lo mejor del LP. Cerdeña ofrece una pausa que constituye un respiro mientras que la voz de Quique se mete en tu mente y se adueña de ella mientras te dejas llevar por la música.
La segunda cara del disco se abre con ahora piensas rápido, que es un lujazo de canción que debería durar mucho más que dos minutos y medio, debería ser eterna. Pero las verdaderas joyas están al final. No es lo que habíamos hablado ofrece un lema imperecedero: "madurar, crecer, debería ser un juego de niños". Y el punto y final lo pone La casa de mis padres, un himno de una belleza inconmensurable que demuestra que aunque parezca mentira viendo el nivel del resto del disco, Quique se había dejado lo mejor para el final. Brindemos por más discos como este y valoremos como merece este último álbum de Quique González al que esta crónica no hace justicia. A disfrutar.
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