Dentro de un álbum la figura del productor puede cobrar más o menos importancia. En este caso el papel desempañado por Andy Warhol es uno de los más importantes de la historia. Desde el diseño de la portada, con el mítico plátano y su nombre, a su labor con Lou Reed. Warhol vio desde el primer momento el genio que iba a ser y le dio total libertad para la elaboración del álbum. El resultado, un disco en su momento injustamente recibido y con el tiempo merecidamente reconocido. Y que contiene algunos momentos que forman parte de la historia de la música. Vamos con ellos, que hay unos cuantos. Estando Lou Reed de por medio...
El inicio sosegado con Sunday Morning es delicioso. Demuestra que un disco también se puede empezar con una baladita. Y si el tema en cuestión está compuesto por Lou Reed y John Cale, la cosa va sobre seguro. Venus In Furs y I'm Waiting For The Man empiezan a dejar claro las aspiraciones del grupo. Pero el momento en que el álbum pasa de ser uno más de todo lo que nos dejaron los 60 a ser un disco inmortal está en el medio y al final. All Tomorrow's Parties y Heroin primero. Son dos canciones largas, de más de 6 minutos las dos, pero a las que no les sobra un segundo. El nivel del disco ha llegado a una altura inigualable. Lou Reed empezaba a apuntar maneras como gran compositor, a la altura de gente como Brian Wilson o Ray Davies. ¿Inigualable? Luego está el final con European Son. Es el tema donde la experimentación está más presente, y pone un broche de oro a un disco esencial en cualquier colección si realmente te gusta la música. Heroína, sé mi muerte. Heroína, es mi mujer y es mi vida. Creo que, simplemente no lo sé.
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